domingo, 2 de septiembre de 2012

Valeria Rodriguez


Frio.

Días calidos,en tiempos en que las palabras  sobraban, las pequeñas cosas nos deslumbraban y flotábamos en una nube imaginaria de sonidos, música, risas y ansias.
Ese tiempo que era surreal, que los emisferios se juntaban y se hacían compartidos, donde no deciamos nada pero ambos esperabamos.
Se volvio tiempo nulo, donde las palabras se tropiezan y se esconden por miedo, miedo irreal, no nos deslumbramos.
Idas, vueltas, frio. Nos desconocemos.
Confundir el clima con el tiempo es lo mas normal, pero confundir las sensaciones con los pensamientos, es lo que mas nos aleja.


Mayo 2012.



 Hoy.

Junio, cambio el clima, el color, las hojas están marrones, el dia lluvioso,la humedad frisa tu cabello.
La espera es larga, pero tranquila.
Esto no es cosa de hoy, pero quiza no sera de siempre.
Me sumergo en un mar de caras, personas, los ruidos y bocinas de la cuidad, reflajan la rapidez que usamos para todo.
Colectivo hacia ningun lugar, filas de inmensos seres, en las que todos somos iguales pero nuestros pensamientos nos distinguen.
Una anciana compra un té, cabello sobre su cara, manos descubiertas, solo queire sentir esa sensacion  de algo caliente, algo que la llene y opaque su frio. Y al lado, la otra cara, Yo.
Esperando infinitamente, mi cara esta fria y mis ojos te buscan. Sigo mirando el entorno y me reflejo en esa mujer, que espera, mientras toma su té. Y ahi pienso de nuevo, somos todos iguales, seres en inmensas filas, yo espero algo que me haga olvidar la sensacion de frio, de vacio adentro mio, pero mi manera de tomarlo es diferente.

Junio 2012.


Valeria Rodriguez
vale_gr@live.com.ar

viernes, 31 de agosto de 2012

Samir Muñoz


Todos los años volverán

Todos los años volverán a empezar.
En cierto otoño, en cierta primavera
donde una hoja nos cae en el cabello
o nos volvemos a enamorar de una silueta
en esa ciudad a la que regresamos luego de años
y estamos solos y ya no es la misma.

El inicio es cuando olvidamos
que debíamos olvidar algo.

Mi inicio
es cuando olvide ser quien quise ser.

Por eso buscaba una hoja, una silueta
mientras pasaba por esta ciudad frente a tu casa
Todos los años vuelven a empezar,
en tu casa, estamos solos
y ya no es la misma.


Perdido

Hace días que no escribo nada
hace días que la cerveza me es dulce
y la noche un placebo de noche

Hace días que mi voz no me obedece
y mis pensamientos no me hablan
Me he aliado contra mi mismo

Hace días decidí no llamar, no salir
que el tiempo pase y olvide
Pero el tiempo va tomado de tu mano
como un atardecer infinito

Hace días me miro frente a un espejo roto
esperando hallar entre todo los reflejos
ese cuerpo que era mi cuerpo.



Pequeña

Pequeña sin sentido despiértame el atardecer,
juguemos cuando nadie nos pueda ver sobre la calle
cuando las curvas oculten nuestra identidad

Pequeña dulce esquiva y tan mía, no saltes tan lejos de mi abrazo
no me niegues los pecados

Pequeña exótica y nativa, deja y yo dejaré el pasado,
los pasos y un abrazo en el mostrador
por si te llego a faltar

Pequeña malcriada yo te desenseño, para quitarte la memoria
y los caprichos, para volvértelos a formar

Pequeña risa escribe mi mirada
recorre tu cuerpo con mis ojos y veras cuanto universo eres

Pequeña cosecha del gris cemento
sangraré mis manos para arrancar tu cárcel
sangraré mis manos de poeta y artista ensimismado

Pequeña finge que no me deseas, desbócate
cuando llegue el momento y narraremos al mundo
el Corintios de la modernidad


Contacto: www.facebook.com/samirjorgemelej

Poemario artesanal "Nocturna": http://samirjorge.blogspot.com.ar/2011/08/ebook-nocturna.html

domingo, 19 de agosto de 2012

Sebastián Encinas


Bolest ("dolor" en checo)

Hay cosas de las que uno no puede escapar.
Inevitables placeres de la onírica realidad de aquellos que lamentan su propia existencia.
Esa impotencia eterna... ese faro de sombras que penetran en los ojos y apalean a las neuronas.
Esa sensación de calor que causa el cariño hacia el frío.
Ese otoño vociferante de variopintos atardeceres grises y naranjas.
Las entrañas de quienes nunca han amado su ser se contraen y traen pesadillas en el medio de la tarde.
Esa tarde de sol invisible pero omnipresente.
Esa tarde con millares de soles brillando a una distancia inimaginable,
con sus luces burlonas gritando lo obvio,
estableciendo los limites del amor al universo.

Sunny Midnight

Cuando aquella bestia grita mi nombre las luces de mi mente se encienden. Miles de titilantes estrellas ahogadas por la niebla del odio... el universo se ha ganado un lugar en mi lista negra.

¿Por qué, padre de todo?

¿Por qué no me dejas ver aquella hermosa luz que brilla dentro mío?
¿Por qué lloran los aplausos con aquella exclamación tan destelleantemente aguda?
¿Por qué lloro yo por tus hijos de cerebros en tonos graves?
¿Cuántos años más he de verme impedido por el cáncer que brindas al aire? 

Quiero ver las luces. Quiero dejar de sentir que mis oídos se desgarran junto con mi corazón, solo por un día. Y al día siguiente inspirar la vida por la nariz y soltarla por el pecho, dejarla fluir hasta que caiga a mis pies.

¿Ves las flores? Sé bien que las ves... tú las has creado. Tú eres quien les ha susurrado sus nombres para que luego los dejen flotar en sus partículas de pureza natural.
Cómo saltan las flores cuando imaginan toda la savia que ha perdido el padre.
Cómo sangran los ojos de aquellos vientos que vuelan las casas de la ciudad y acarician las hojas del bosque.
Pero yo no los veo, yo solo lo siento.
Porque sé que en alguna galaxia, en este preciso momento, un alma tan pequeña como la felicidad está gritando sus penas y las esta transmitiendo al mundo en campanadas de un oficio religioso ortodoxo...
todos sientan la presión que tiene para otorgar, todos vean al mundo con sus ojos.
Rían del caer de otros y ríanse de su propio caer.

"Y para cuando las campanadas hayan cesado, sus cuerpos ya no serán necesarios. Ya estarán conmigo aquí... pidiendo por gritos agudos y brindando campanadas que no llegan a nadie".

com.ar/

domingo, 29 de julio de 2012

Sofía Bogarín


Tienes un e-mail

“-Y por si unas palabras en tu monitor no son suficientes te voy a ir a buscar.”, le escribió a la muchacha agorafóbica que pasaba sus horas escudriñando la oscuridad; con su pañuelo atado a la cabeza y sus gafas oscuras. La gente, esa masa de bacterias. El espanto del tacto, de la saliva, del amor. Era la fotografía su obsesión malsana. Ni siquiera era buena en eso pero le daba aunque fuera un mínimo margen de entretenimiento. Todas retrataban su rostro, aunque siempre cubierto por las gafas y el pañuelo con aroma a desinfectante. Había pedido una computadora por teléfono, y una cámara. En apenas cinco días lideraba las listas de Flikr, y planeaba no volver a salir nunca más de esa casa pulcra, pero con olor a encierro, olor a sótano embellecido, a cabina de titiritero. Se paseaba por los pasillos con la silla de la computadora y una botella de alcohol en las manos secas de tanto fregar. "Ojala pudiera meterme adentro de esa computadora para no volver". A veces miraba fijamente sus fotos y se imaginaba dentro de ellas. Allí no podían hacerle daño, era todo una simple ilusión. Allí era quien ella quería. Allí la querían y el amor no requería las molestias e incomodidades, era un amor de primera dimensión, chato, cómodo, feliz. Pero perecedero. Cuando él la había visto comenzó a formularse la certeza dentro de sí. La haría feliz, a esa sombra, ese ente, porque él podía y solo por eso. Al principio era fácil aceptar sus reglas del juego, pero pronto la ausencia física se le hizo insoportable. Sin embargo, la negación era rotunda. Ella ya había decidido su estilo de vida, pasando dinero por debajo de la puerta, siempre con guantes de hule, estremeciéndose ante una mínima ráfaga de libertad. Le advirtió que se quedara en donde estaba, pero él no escuchó razones. Tenía su dirección, que había extraído de la guía telefónica, sólo hacía falta poner en marcha el automóvil. Ella lo esperaba, temerosa, conmocionada. La puerta estaba abierta. Tres zancadas bastarían. Ella se estremeció de nuevo, él suspiró de felicidad. Abrió los brazos y la sostuvo tiernamente durante algunos segundos, la sostuvo, hasta su último suspiro traicionado.
Gritando de angustia, de espanto, extrajo la daga sanguinolenta de su cuerpo inerte. Y lloró, lloró, lloró... porque la habían tocado.



sábado, 28 de julio de 2012

Lucas Ezequiel González


C’est la vie 

C’est la vie me decía el tren, c’est la vie. El viejo tren cubierto de alquitrán, moho, óxido por doquier me decía c’est la vie a mí. ¡A mí! La vieja locomotora se mofaba de mí, de mis ideales, de mis bienaventuranzas, mis bienvenidos y mis vientos (o aires) de grandeza. C’-E-S-T L-A V-I-E, así, así, así es la vida, ¿Así es la vida? Me pregunto… ¿por qué se dice me pregunto, pero no se dice me exclamo?, pues ¡Me exclamo! Y pregunto a los cuatro aires (o vientos), mejor dicho, exclamo ¡¿Quién sos vos, tren, para decirme a mí c’est la vie?! Sucio tren no necesito de su beneplácito ¿sufre de azufre acaso? Usted, mi buena locomotora, carcomida por el vaivén del salitre, abandonada con la certeza de quien sabe que nunca regresará a las vías, ¿osa presentar esa combinación de nueve letras, dos espacios y un apóstrofe a éste ser? Bien, le doy la diestra (la derecha) tenga usted la seguridad de que he aprendido y aprehendido que el tren descarriado es quien nos conduce al mejor de los finales. C’est la vie.



Unti-tillied


La cara llena de goce,
Y los pensamientos enzarzados
recubren tus mejillas ahuecadas
por un chirrido, un vapor indigno,
algo por momentos ajeno, fotografiado
Y aunque lo saben,
Humeantes mis zapatos lo saben,
Saben que a vos no te llegó el solemne
A vos no te llegó esa vida que pinta y seca
El grito trémulo que sondea
Cuando se hace carne la frigidez
cuando
La pija.
Tibia es la noche acéfala
Un cortado y dos medialunas dicen
secretos que llegan jineteando
Porque a usté señorita que reahoga las moradas
En el destartalar de un pensamiento bellaco,
En el dintel del alma
Regurgitará de ternura este amor.

Michelle Bendeck


Summertime

Nacimos no sé de dónde, pero nacimos en una estructura comitativa, descentrada…nacimos de una sola matriz. A los veinte, y en malla.
Volver a caer presa de su barba kilométrica, trepar hasta Rapunzel… sentir mis latidos por primera vez en el tacto de la rústica piedra de la torre, padecer los espinos tras el clímax en el cuarto imposible.
Padecer el clímax en el sol de ese tiempo remoto y tan constante como cada mísera mota de polvo, de mugre en mi conciencia mugrienta de torbellinos de mugre y de sus mugrientos fantasmas que percuden mis ratos en la ducha, en la heladera; que percuden los horizontes estivales, sobretodo los estivales, los amaneceres y anocheceres y las noches cerradas, sobretodo las noches cerradas estivales. Porque nacimos no sé de quien. Pero nacimos en verano. Comitativamente, que lo admita y que le duela, que él tampoco pueda mirar el mar sin saberlo del todo ebullido, que no pueda derretirse en un aplastamiento de cuarenta y cinco grados sin sentir noventa.
Porque nació tan encastrado en mi carencia… y el verano sedimentó los caracteres.
Morimos indisolubles.
El verano y la farsa del tiempo ¿su cara raspa? ¿Los lentes negros?  Mi mano se mece en otro aire caliente, mi mano no es mi mano que su barba hería. El sudor es incompleto, el verano…  un simulacro triste. Es otra otra pesadez, otro sopor. Otra mugre. Otro tipo de risa más lúgubre. Verano y verano no deberían tener el mismo nombre. Yo y yo, tampoco. A lo sumo verano sobrante, a lo sumo, yo excluida.
Me gustaría rescatar alguna sombra.



lunes, 23 de julio de 2012

María Pinal Villanueva


Harto, se miró por decimocuarta vez en el espejo. ¿Qué era lo que faltaba?
Color no, claramente. Tampoco era cuestión de tamaño, pero el vacío era importante y se notaba.
Qué enfermo lo ponía. Lo exasperaba, al punto que se volvió a poner el traje y apagó el blackberry  para salir a caminar:  Total, era muy improbable que a esa hora cerrara alguna transacción importante.

Deambuló  por el barrio, se cruzó a un par de colegas -entre ellos un pesado que siempre quiso robarle el puesto, y que ahora lo interrogaba, envidioso.
Cuando se lo sacó de encima, siguió andando, circunspecto, y sin darse cuenta recorrió más de 30 cuadras. En ese instante, una verdulería se lo chocó y le rompió las cavilaciones.

De puro vengativo, resolvió entrar y robarse una fruta cualquiera, una pera quizás.
Una testigo lo reconoció: "¿Pero ese no es el gran funcionario...?"

Recién en el camino comprendió la naturaleza del acto, ¡eso había estado buscando!
Rió como un bebé, y volvió a su casa corriendo, inundado de ansiedad. Se sacó el traje, se cercioró de que sus hijos no estuvieran, y, algo más tranquilo, se posó frente al espejo.

Levantó la pera, y la acomodó en el lugar exacto. Lo maravilló el contraste, sobretodo con su piel.
Satisfecho, se miró por decimoquinta vez: ahora sí su tocado parecía el de Carmen Miranda.




Vicios.

Según los conceptos generales, un vicio es una actitud o hábito incontrolable y perjudicial. Existen muchas clases de vicio: el tabaquismo, la drogadicción, e incluso la ninfomanía.
Sin embargo hay uno, un tanto más curioso, que es el de intercalar palabras en otro idioma mientras se habla.
Si bien no es perjudicial, en grandes dosis resulta exasperante. Porque no nos referimos a un  "oquéi" inocente, de los que todos usamos y que incluso resultan casi imprescindibles, sino a esa gente que, como antes mencioné, le es inevitable aderezar la lengua con modismos extranjeros, por innecesarios que estos fuesen.

Pero además, a-de-máaaas… cabe resaltar que dentro de esta categoría de individuos también hay clasificaciones, que generalmente pueden darnos una idea de su personalidad, según el idioma que utilicen.

Los más comunes son los que hablan inglés: "sorry", "darling", "of course", "bye". Suelen ser epítetos utilizados por  tilingas de uñas largas y voz impostada, que creen que su conducta les da "nivel".
Por el lado masculino, ellos son los "young leaders" o "entrepreneurs" : treintañeros que les gusta proponer "brainstormings" al "team" o a la "crew" de la empresa, que les gusta el "touch and go" y que también, su autoimagen es la de un tipo innovador o un canchero bárbaro.

Los que hablan en francés, por otro lado, son gente un poco más difícil de encontrar, pero claramente más pretenciosos que los anteriormente citados. Ven a los que hablan inglés como "la chusma", y secretamente se autodefinen como "distinguidos" o  gente "de mundo", "viajada".

Sigamos con un clásico, el argento que habla en italiano. Bonachón, algo guarro, incluso él se define como "es que yo soy muy tano, vissssste? Muy familiero, pasional"
Frases como "sono arrivato"; "con tutti" y "andiamo" no paran de sonar en su mesa. En resumen, un Campanelli.

Sin embargo, todos los especímenes que hemos descripto, si bien son snobs de todo tipo, no tienen nada malo excepto su grasunguez o tilinguerío.

Pero...¡Mucho cuidado con los que hablen alemán, sobretodo cuando están enojados ! 
Podrían ser malignas reencarnaciones del Führer. Para comprobar esto, fíjese cómo reacciona ante la mención de algún apellido no alemán, ya sea Sánchez, Ribonelli o Saslafsky.
En caso de que muestre alguna mueca o comience a retorcerse en la silla, hágale un bien a la humanidad: enciérrelo y ¡denúncielo lo antes posible!