sábado, 28 de julio de 2012

Michelle Bendeck


Summertime

Nacimos no sé de dónde, pero nacimos en una estructura comitativa, descentrada…nacimos de una sola matriz. A los veinte, y en malla.
Volver a caer presa de su barba kilométrica, trepar hasta Rapunzel… sentir mis latidos por primera vez en el tacto de la rústica piedra de la torre, padecer los espinos tras el clímax en el cuarto imposible.
Padecer el clímax en el sol de ese tiempo remoto y tan constante como cada mísera mota de polvo, de mugre en mi conciencia mugrienta de torbellinos de mugre y de sus mugrientos fantasmas que percuden mis ratos en la ducha, en la heladera; que percuden los horizontes estivales, sobretodo los estivales, los amaneceres y anocheceres y las noches cerradas, sobretodo las noches cerradas estivales. Porque nacimos no sé de quien. Pero nacimos en verano. Comitativamente, que lo admita y que le duela, que él tampoco pueda mirar el mar sin saberlo del todo ebullido, que no pueda derretirse en un aplastamiento de cuarenta y cinco grados sin sentir noventa.
Porque nació tan encastrado en mi carencia… y el verano sedimentó los caracteres.
Morimos indisolubles.
El verano y la farsa del tiempo ¿su cara raspa? ¿Los lentes negros?  Mi mano se mece en otro aire caliente, mi mano no es mi mano que su barba hería. El sudor es incompleto, el verano…  un simulacro triste. Es otra otra pesadez, otro sopor. Otra mugre. Otro tipo de risa más lúgubre. Verano y verano no deberían tener el mismo nombre. Yo y yo, tampoco. A lo sumo verano sobrante, a lo sumo, yo excluida.
Me gustaría rescatar alguna sombra.



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