viernes, 31 de agosto de 2012

Samir Muñoz


Todos los años volverán

Todos los años volverán a empezar.
En cierto otoño, en cierta primavera
donde una hoja nos cae en el cabello
o nos volvemos a enamorar de una silueta
en esa ciudad a la que regresamos luego de años
y estamos solos y ya no es la misma.

El inicio es cuando olvidamos
que debíamos olvidar algo.

Mi inicio
es cuando olvide ser quien quise ser.

Por eso buscaba una hoja, una silueta
mientras pasaba por esta ciudad frente a tu casa
Todos los años vuelven a empezar,
en tu casa, estamos solos
y ya no es la misma.


Perdido

Hace días que no escribo nada
hace días que la cerveza me es dulce
y la noche un placebo de noche

Hace días que mi voz no me obedece
y mis pensamientos no me hablan
Me he aliado contra mi mismo

Hace días decidí no llamar, no salir
que el tiempo pase y olvide
Pero el tiempo va tomado de tu mano
como un atardecer infinito

Hace días me miro frente a un espejo roto
esperando hallar entre todo los reflejos
ese cuerpo que era mi cuerpo.



Pequeña

Pequeña sin sentido despiértame el atardecer,
juguemos cuando nadie nos pueda ver sobre la calle
cuando las curvas oculten nuestra identidad

Pequeña dulce esquiva y tan mía, no saltes tan lejos de mi abrazo
no me niegues los pecados

Pequeña exótica y nativa, deja y yo dejaré el pasado,
los pasos y un abrazo en el mostrador
por si te llego a faltar

Pequeña malcriada yo te desenseño, para quitarte la memoria
y los caprichos, para volvértelos a formar

Pequeña risa escribe mi mirada
recorre tu cuerpo con mis ojos y veras cuanto universo eres

Pequeña cosecha del gris cemento
sangraré mis manos para arrancar tu cárcel
sangraré mis manos de poeta y artista ensimismado

Pequeña finge que no me deseas, desbócate
cuando llegue el momento y narraremos al mundo
el Corintios de la modernidad


Contacto: www.facebook.com/samirjorgemelej

Poemario artesanal "Nocturna": http://samirjorge.blogspot.com.ar/2011/08/ebook-nocturna.html

domingo, 19 de agosto de 2012

Sebastián Encinas


Bolest ("dolor" en checo)

Hay cosas de las que uno no puede escapar.
Inevitables placeres de la onírica realidad de aquellos que lamentan su propia existencia.
Esa impotencia eterna... ese faro de sombras que penetran en los ojos y apalean a las neuronas.
Esa sensación de calor que causa el cariño hacia el frío.
Ese otoño vociferante de variopintos atardeceres grises y naranjas.
Las entrañas de quienes nunca han amado su ser se contraen y traen pesadillas en el medio de la tarde.
Esa tarde de sol invisible pero omnipresente.
Esa tarde con millares de soles brillando a una distancia inimaginable,
con sus luces burlonas gritando lo obvio,
estableciendo los limites del amor al universo.

Sunny Midnight

Cuando aquella bestia grita mi nombre las luces de mi mente se encienden. Miles de titilantes estrellas ahogadas por la niebla del odio... el universo se ha ganado un lugar en mi lista negra.

¿Por qué, padre de todo?

¿Por qué no me dejas ver aquella hermosa luz que brilla dentro mío?
¿Por qué lloran los aplausos con aquella exclamación tan destelleantemente aguda?
¿Por qué lloro yo por tus hijos de cerebros en tonos graves?
¿Cuántos años más he de verme impedido por el cáncer que brindas al aire? 

Quiero ver las luces. Quiero dejar de sentir que mis oídos se desgarran junto con mi corazón, solo por un día. Y al día siguiente inspirar la vida por la nariz y soltarla por el pecho, dejarla fluir hasta que caiga a mis pies.

¿Ves las flores? Sé bien que las ves... tú las has creado. Tú eres quien les ha susurrado sus nombres para que luego los dejen flotar en sus partículas de pureza natural.
Cómo saltan las flores cuando imaginan toda la savia que ha perdido el padre.
Cómo sangran los ojos de aquellos vientos que vuelan las casas de la ciudad y acarician las hojas del bosque.
Pero yo no los veo, yo solo lo siento.
Porque sé que en alguna galaxia, en este preciso momento, un alma tan pequeña como la felicidad está gritando sus penas y las esta transmitiendo al mundo en campanadas de un oficio religioso ortodoxo...
todos sientan la presión que tiene para otorgar, todos vean al mundo con sus ojos.
Rían del caer de otros y ríanse de su propio caer.

"Y para cuando las campanadas hayan cesado, sus cuerpos ya no serán necesarios. Ya estarán conmigo aquí... pidiendo por gritos agudos y brindando campanadas que no llegan a nadie".

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